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Santa Cruz, Bolivia: Boletín Mensual No. 73 - 16 de diciembre de 2021
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La producción agroalimentaria debe crecer en los próximos 70 años con baja intensidad carbónica

La producción agroalimentaria debe crecer en los próximos 70 años con baja intensidad carbónica



La FAO (“Organización para la Alimentación y la Agricultura de Naciones Unidas”) estima que la producción mundial de agroalimentos debe aumentar 70% hasta 2050 para satisfacer una población global que superaría entonces 10.000 millones de personas, tras haber multiplicado por 3 su ingreso per cápita.

El sector deberá invertir en la transformación de su estructura productiva para hacer frente a los desafíos que plantea el calentamiento global.     
Jorge Castro
Falta agregar que ese incremento de 70 % implica un nuevo tipo de producción, debido a que en los próximos 30 años el sistema agroalimentario experimentará dos cambios fundamentales.

En 1er. lugar, enfrentará el imperativo de la época, que es el problema del calentamiento de la atmósfera o “cambio climático”, convertido en el eje de la política de desarrollo tanto nacional como internacional.

El sector consume alrededor de 30 % del total de la oferta energética mundial, destinada sobre todo al transporte y la generación de electricidad.

La actividad agroalimentaria responde por más de 20 % de la emisión total de Dióxido de Carbono (CO2), mientras que la industria provoca casi 65% de la emisión de CO2, en especial la manufacturera.

Significa que hoy el gran desafío del sector agroalimentario es multiplicar la producción, al tiempo que disminuye drásticamente la emisión de Dióxido de Carbono (CO2).

Ante todo hay que reducir el porcentaje de más de 30 % de la oferta alimentaria que se desperdicia (en el caso de India, el 2do. país más poblado del planeta, ese porcentaje asciende a más de 45 % del total).

El desperdicio de la producción se realiza en todos los anillos de la cadena agroalimentaria, incluyendo los servicios y la distribución.

Ha adquirido una intensidad tal que se ha transformado en una crisis de carácter civilizatorio, que exige realizar un replanteo sobre el significado cultural de la alimentación. Es mucho más que un problema de organización o de descuido.

Si se limita el factor desperdicio, también se reduciría en forma más que proporcional la oferta energética.

La 2da. tendencia de fondo que enfrenta la producción agroalimentaria es la aparición de un nuevo Superciclo de los Commodities, que se desató a partir del último trimestre de 2019, y que a diferencia del 1ro. que se extendió una década (2001/2011), esta vez duraría 30 años o más, al ser arrastrado por los metales / minerales, sobre todo el cobre, debido a la necesidad de realizar en esta etapa, junto a la mayor producción, un menor consumo de energía, y en especial de combustibles fósiles, tarea que realizaría la 4ta revolución industrial.

Una producción no carbónica o de muy baja intensidad en la emisión de Co2 requiere mayores inversiones, ante todo en la etapa inicial de 10 /15 años, lo que disminuye estructuralmente el margen de ganancia.

Esto hace a la producción agroalimentaria más costosa, un fenómeno de características mundiales que constituye un inexorable costo de la transición.

Esta situación actúa como un poderoso incentivo para desatar un periodo de alta productividad, que es precisamente el de la 4ta revolución industrial, que ya está en pleno desarrollo en los países avanzados, tras haber realizado un adelantamiento histórico de 6/8 años por la pandemia del coronavirus y la explosión del teletrabajo.

El principal efecto de la nueva revolución industrial es que reduce sistemáticamente su intensidad energética (consumo de energía por unidad de producto) como forma de disminuir el precio de los productos energéticos, y desalentar el consumo de combustibles fósiles.

También limita la intensidad energética los cambios que experimenta la estructura dietaría, con un vuelco en gran escala a la ingesta de alimentos frescos, frutas y verduras en 1er. lugar.

Por último, el desarrollo de la economía circular, caracterizada por la generación local de energía, es un rasgo característico de la 4ta. revolución industrial en el terreno agroalimentario. Esto hace que en vez de “explotar“ a la naturaleza, asuma su lógica y se guíe por las “leyes de la vida” encabezadas por la ingeniería genética.

La producción agroalimentaria, en síntesis crecería sostenidamente en los próximos 30 años, con precios superiores al promedio histórico, pero modificando a fondo su estructura productiva, tornándola más “inteligente”, más flexible y sobre todo de bajísima intensidad carbónica, que es la forma de responder desde el sector al gran desafío de la época, que es el cambio climático o “calentamiento de la atmósfera”.

Fuente: Clarín
Publicado: 13 de noviembre de 2021

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